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Archive for 2016

Deja Vu


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I will sink down.
Opus 49



Deja Vu.

Mis letras no te sirven porque de repente te volviste ciega, no escuchas mi voz porque estás sorda. Los pensamientos que abundan en tu mente no dejan que abras los ojos, o escuches con claridad que a pesar de las circunstancias y las tragedias constantes sigo aquí, con mis manos empuñadas. 

Deja Vu.

Estoy sentada en una banca nuevamente, atenta escuchando tus palabras, tratando de organizar el caos que llevas a mi abrazo, y el beso que aún me das. Estoy sentada pensando en los árboles, en sus raíces, en cómo llegaron y cómo decidieron quedarse allí, crecer y morir, mientras balbuceas cómo te sientes ramificar en dos seres, y en cómo eres incapaz de arrancar la tierra y emerger hacia otro sitio, el sitio donde quisieras quedarte. El sitio que llamas casa, el sitio que susurrabas con ilusión cuando la dibujaba en tu mente. Tu casa, nuestro hogar. Hogar roto. Tus zapatos ya no andan por aquí, pero sí lo demás. ¿Qué pensabas?

Deja Vu.

Estoy sentada pensando en ti, preocupada por tus sentires y los míos, con la zozobra de arreglar el desorden y volver a enterrar las raíces en casa. Me faltan fuerzas para hacer eso, y no creo que pueda hacerlo sola. No quiero hacerlo sola. No quiero la mitad de tus raíces, ni un poco de tu lluvia, ni tu abrazo ni tu beso intermitente, ni tu cuerpo aquí, y tu mente divagando. No quiero ser tuya sin que tú seas mía, ni quiero tu dulce voz en la mitad de la noche, o el café que religiosamente me das en las mañanas, cuando veo en tus ojos más que dolor por no saber si quedarte o dejarme ir. Quédate conmigo o déjame ir, pero haz algo.


Yo veré la manera de hundirme en tu tierra 
Yo veré la manera de  usar mis hojas como pala

y esperar la lluvia
y ayudarte a humedecer tus raíces muertas

para que me hunda
unirlas a las mías

me ahogue
mojarnos nuevamente

y me deje lavarte.
y volver a crecer.


Deja Vu.

Felices 3 años y medio.

Recapitulación 2016


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Estoy segura de que el mundo entero va a despedir el año 2016 con el dedo de en medio. Unos lo despedirán con risas irónicas, otros con la ira corriendo por sus venas, y otros en un gran lamento. Este año se llevó a muchas personas, destruyó vidas, marcó la sociedad y arrasó con toda su fuerza, como una ola iracunda a buscar su sitio.

Ha sido un año de caos, de ires y venires. Muchas ambigüedades y desaciertos con todos. Me causa un poco de pena con esos que no lograron salir victoriosos, o tan siquiera vivos de este año tan mortal. Aún no entiendo en qué pensó el universo como para otorgarnos semejante golpe al hígado. También me da muchísima pena saber que, a pesar de que mi alrededor ha sido magullado y lastimado, puedo decir que salí - no tan victoriosa - pero sobreviví este año, mucho mejor que la gran mayoría. Es irónico, ya que soy la que carga con sus agüeros como abuela paranoica, y precisamente el 2016, año par y bisiesto, me recibió con miles de bendiciones, y otras lecciones varias.

Yo creo que la misma sensación que he tenido estas últimas semanas, equivalen a lo que el año ha sido: una montaña rusa sin fin, con vueltas y momentos de tranquilidad. Ya no sabemos cómo va a terminar este juego y en este punto da miedo tan siquiera imaginarlo, puede que estemos esperanzados en que pronto terminará, y nos sorprenda la vida con una vuelta mucho más grande, con la que podríamos caer definitivamente. Es muy triste que tanto arte haya partido este año, que hayamos dado un paso atrás y que el mundo se haya vuelto más hostil; pero quiero imaginar o más bien quiero tener la esperanza de que todo lo que ha pasado en estos casi 366 días, sea para un bien para todos. Que de este pantano nauseabundo salgamos a recibir bendiciones del que sea que creamos, y que aprendamos un poquito de humanidad, cosa que perdimos con creces.

Yo no podría despedir mi 2016 con el dedo de en medio. Tampoco podría despedirlo con ira, o indignación. Más bien lo despediría con desconcierto, porque me volteó el cutarro cuando finalizaba todo. Sí, tuve momentos difíciles con aspectos de crecimiento profesional, pero curiosamente este último mes lo podría resumir con una célebre frase que salen de las abuelas colombianas: "Como te quiero, te aporreo".

Muchos de nosotros estamos acostumbrados a golpes duros, y afortunadamente no todos los míos llevan cicatrices notorias, pero con cada golpe he recibido una palmada de aliento, una oportunidad nueva, un mensaje para seguir adelante y no detenerme a pensar en cosas que no puedo controlar. Dejarse llevar por el destino no es una tarea fácil, y ciertamente para mí es una de las cosas más difíciles, y el universo lo sabe. 

De este 2016 puedo sacar muchas sonrisas, a pesar de todo. Fue un año extraño, uno de los más místicos y misteriosos. Como siempre, gente se va y otros vuelven, así debe ser el ciclo de la vida. Cada quien tiene una misión, pero a veces la misión de muchos es oscura, y simplemente debe irse.  Jamás había estado tan tranquila de dejar ir a los externos que ya podrían mi hogar y no espero más para ellos que los bendigan y que les vaya bien en lo que les resta de la vida, porque no me puedo permitir sentir más rencores innecesarios. Esas son las cosas lindas que se aprenden a través de los años. Buen viento y buena mar para ti. Espero te encuentres y recapacites sobre los daños que le haces a las personas, a pesar de que tu vocación es sanar. 



¡2017!

Aún es muy temprano para decir que ya casi te asomas. Muchos te están llamando a gritos desesperados, buscando en ti un ápice de esperanza y cambio. El cambio está en nosotros y no en tus hermosos cuatro números. Me gustan tus números. 
Sí me gustaría que vieras cómo me tiro al vacío, como cierro los ojos y como aprendo a apagar los botones que tengo de más. Me gustaría ver en ti eso que todos anhelan en estos días. Te veo como otro momento para seguir creciendo, seguir amando, rescatando los pedazos que de manera estúpida dejé con los años intentando no sé qué. En esos momentos, yo juraba que uno se reestructuraba dejando pedazos enterrados en el pasado. Menos mal ya sé que no era así. Fue un 2016 bello para mí. Piaf lo dijo muy bien en el momento en que me despidió del 2015. Ahora no tengo una canción, pero estoy segura que saldrá eventualmente y lo cantaré al son que me salga. Al son que tengo dentro de mí. 

Aquí te espero, tú ya sabes cómo estoy. Vamo' a hacerlo. 



Mírame


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Oye. Ven, pero no tardes tanto.
Sin opus.



Mírame aquí, envuelta en tus risas y en tus pequeños abrazos. Acá estoy. Mira que no me he ido. Decidí quedarme. Me quité los zapatos. Estamos descalzas. No quiero partir nuevamente. Mírame aquí, respirando tu aliento, aferrándome a tu tacto y tus palabras de amor. Acá estoy. Mira que no me sueltas, ni yo te suelto. Pero no me mires porque te digo, mírame porque aquí estoy. Siempre estoy.

Siénteme. Sé que entrelazas tus manos con las mías porque te reconfortas. Tus suspiros me lo dicen. Sé que me abrazas con fuerzas, sé que me amas. Por favor no dejes de hacerlo. Siénteme, yo sonrío cuando te veo llegar, así sea a consolarte o a tranquilizarte. Ven, que solo puedo darte amor. No sé hacer otra cosa.

Ven, no te vayas por mucho tiempo. 
Mírame, por favor mírame.
Ámame, como siempre lo has hecho.
Déjame ser egoísta. Necesito ser egoísta.
Lee lo que mis ojos te dicen, pero que mis labios no pueden esbozar.
Escucha mis pálpitos, porque las lágrimas no salen.
Siente mi cuerpo, siente como grita.
Quédate conmigo, pero entera.
No te molestes con mi frustración. Yo no te puedo ayudar.



Regresa, por favor. Apenas empezaba a hacerte feliz.



Ven, mírame.

Detalles.


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Me quité los zapatos.
No me pienso marchar.
Opus 46.



No sé como logras apagar la alarma del despertador justo antes que mi cuerpo reaccione, tampoco sé como te levantas sigilosamente de la cama, procurando no perturbar mi sueño. Haces tus cosas, tus religiosas rutinas mañaneras, yo empiezo a moverme, y mis ojos a abrirse de a poquitos. Te das cuenta, me sonríes. Te sonrío y vuelvo a dormir. 
Luego te siento, porque sabes que estoy más despierta que dormida, más concentrada en los ruidos que haces que la comodidad de la almohada, y si estás de buen humor, siento como me despiertas de un brinco, mientras tu cabello mojado gotea en mi rostro. Te ríes, y yo hago pataletas. Luego me río y aunque no lo creas, intento volver a dormir.
Pierdo la batalla cuando te sientas a mi lado, y me sonríes con un café en tus manos, y el buenos días más reconfortante. Estés bien o no, es reconfortante, me hace afirmar que sí, es la realidad, y sí, esto está pasando. Apenas puedo hablar, te respondo con una sonrisa, y la cara de satisfacción cuando entrelazo la taza con mis manos. Y así es, todos los días, con los detalles, las palabras, aunque algunas veces sean más nostálgicas que las otras. 


No sé como logras distraer mis días de mala muerte, o cómo atinamos a estar siempre en el contraste de ser sostenible para ti y viceversa, solo basta que tengas un instrumento cualquiera en tus manos, y la bendita costumbre tuya de "payasear" por absolutamente todo, para luego culparme porque soy la que no puede hablar nada en serio. En este punto te pido perdón por tantas estupideces, es que aún no me aprendo todas tus risas. 

Carta #6: ¿Un cafecito?


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Oye, mira que la vida es corta, y no hay más tiempo para
resentimientos.


Caminemos, y comamos un mango biche mientras lleguemos al café.
Debatamos y haz el pergamino que me convenza de darte la semilla del mango.
Riámonos un poco, y burlémonos mutuamente por cual es más torpe.
Contemos cuantas líneas pisamos, y frustrémonos cuando miremos al frente y nos demos cuenta que nos volvimos a perder.

Ven, y cuando lleguemos al café, sentémonos en una mesa distinta,
y pidamos algo fuera de lo habitual. Yo aprendí a tomar fruppés.
Rompamos el silencio incómodo con preguntas capciosas, y partir de ahí. No será difícil.

Aprovecha y me explicas ese repentino amor por el fútbol, yo te hablaré de bobadas.
Pero no ahondemos en los temas que duelen, al fin y al cabo el café es para las charlas densas.
Por eso pediré un fruppé, y tú pedirás un té de frutos rojos, porque "moraditos" de ese tipo no hay.

Después respiremos profundamente, y recordemos poco a poco lo que era la amistad.
Pero sin mencionar canciones que tengan lugar y nombre. Compartamos el gusto.
Tengo muchas canciones que te van a gustar. Es mi bandera blanca.

Recordemos nuevamente, que antes de la tormenta todo era azul, sin ningún ápice de turbulencia.
Y nos iremos, te dejaré donde siempre lo hago, y yo partiré hacia mi camino.


Y si nos va bien,
y si el universo lo permite...



¿Nos tomamos un cafecito?

Víspera. (No exactamente)


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Oye, respira.
Opus 91



Hace 25 años no tenía un propósito, ni sabía que iba a salir a contemplar el húmedo calor de mi ciudad natal. Tampoco tenía idea del amor profundo de esa mujer que me esperaba con ansias hasta tenerme en sus brazos. No sabía que iba a recibir esa protección absoluta, ni que iba a hacer todo lo posible por salir de ella y chocarme con cuanto adoquín encontrara.

No sabía que la primera palmada del médico que me recibió en esta realidad, iba a ser la primera de muchas bofetadas que iba a recibir, ni que era posible aguantar bofetadas invisibles, esas que son más dolorosas que los moretones. Tampoco sabía que tenía dos apellidos, y que no iba a saber cual era peor.

Pero era la sangre, más que todo. No sabía que en mis entrañas corría una mezcla extraña de oriunda y extranjera; quizás por eso nunca me sentí del todo de aquí, o de allá. Más bien de todos lados, porque no puedo coincidir con la totalidad de las creencias de la tierra que me recibió, o la que llevo lejanamente en mis venas. Quizás por eso prefiero los bosques más que las playas y el océano. Quizás por eso prefiero melodías frías y no tanto las calurosas y sensuales danzas de apareamiento.

Y en mi sangre no había más que complejidad, por ambos lados. Complejidad por los abolengos y el pasado de importancia, de poder, de conquista y de arte, y por el otro de rencor, pero también de otro poder más grande pero oscuro. El matriarcado y el elitismo recorren vertiginosamente sobre mí, y no me deja más que vomitar sus residuos porque ni lo uno ni lo otro, representa este cuerpo débil atrapado en lo que tantos quisieran tener.

Irónico es, que no pedí nada. Ni abolengos, ni apellidos, ni influencias, ni poder en la mirada, ni nada que sea referente a la grandeza, más lo dono casi como sacrificio o tributo a no sé qué entidad magnánima, para que me regale lo único que no vi en mi larga lista de virtudes, defectos y consecuencias: paz.

Hace 25 años sentí el amor por primera vez, y quizás pequé en amarrarlo, impregnarlo y mostrarlo como ejemplo para los amores venideros. Lo supe la primera vez, hace 9 años cuando me lancé a otro amor pero que era distinto; sin protección y sin seguridades. Me di cuenta que algunos amores no son como el que tuve hace tanto tiempo, y decidí buscar otros más allegados a la realidad; nuestra realidad.

Pero los años pasan y el amor se vuelve más complejo y menos amoroso; más condiciones, menos entendimientos y más críticas, exigencias, demandas absurdas. Amor condicionado, como los que recitan todos los domingos en una iglesia barata llena de prejuicios.

Quizás ese amor me hizo desconfiar de los amores que circulaban cerca de mí, y me creó una barrera que los repelara hasta encontrar uno donde haya no más que eso: confianza, reciprocidad, incondicionalidad, y ni un solo rastro de egoísmo.

Pero el amor aquel y el que se vive en este mundo es tan distinto; porque somos débiles, porque somos atraídos al vórtex de lo rutinario, de la maldita necesidad de hacer de nuestras vidas un cassette que se devuelve y se acelera, y así infinitamente hasta desgastarlo. Y buscar otro. Repetir. Repetir.

Pero el amor verdadero, su amor, (y para aclarar, hablo el amor de mi madre, no sé la de ustedes), es tan infinito, por ambos lados, que no existe dolor que pueda superar la primera cargada, la primera lágrima, de miles que brotaron de sus ojos cansados después de yo salir a sufrir en el planeta en que me tocó vivir.

Porque ese amor es incomparable, inconquistable, y solo existe uno, en esta vida, que puede llegar a sus talones y es el amor del espejo de tu alma, donde las máscaras no existen, que te arrastra con todo, demonios y verdades, donde quedan expuestas tus inseguridades y aun así, no hay real temor, más bien se siente un alivio, porque dentro de ese amor hay aceptación, y dentro de esa aceptación, hay transformación. Es amor. 

Unos dicen que se demoran pocos años en encontrarlos.

Ja.

Envidia.


En 25 años se cometieron más errores que muchos, y claramente menos que otros. Afortunadamente los errores son subjetivos y tan únicos como el doliente que los recibe todos los días. Dolores con nombres y apellidos. Lugares, estaciones si es afortunado de vivir en un lugar diverso, o de un solo calor, donde reside este cuerpo de sangre que hierve constantemente.

En 25 años aprendí a amar y a dejar ir. A sentir las cosas más cercanas al odio y a la locura. Nada de eso me gustó, o por lo menos lo digo ahora. Quizás en mis 50 haya aprendido a ahondar en los amores y en sus decepciones, o en la posibilidad remota de volverse huérfano a manera voluntaria, pero hay algo que es seguro; y es que el amor incondicional de la mujer que me sostuvo aún sangrienta y envuelta en retazos de su ser, jamás podrá ser quebrantado o adulterado. Lo puro no se intoxica. No como los otros amores, que cambian con las estaciones del año.

Pero es en la víspera del cuarto de siglo donde me siento a pensar, y a ahondar dolorosamente en los recuerdos, sobre todas las cosas que viví, y que vivieron los otros a mi alrededor; comparándome constantemente, y tratando de hacer una línea paralela, pero sin un resultado óptimo.

Y ahí es donde tuve en cuenta

que la vida

de todos nosotros

gira en un solo sentido

pero el desorden es distinto

o quizás más cercano

pero jamás el mismo

y entonces.

Pero tan solo entonces,

entonces.

Cerré los ojos y miré mi camino.

Y me felicité

por 25 años

excavando mierda

buscando no se qué

hasta que lo encontré.

y, ¿ahora qué?

¿50 años?



Feliz onomástico, Katya.

Control.


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Milimétrico, cauteloso, minucioso, enloquecedor.
Represor.
Una barrera mínima
que apenas deja espacio para mover los brazos y respirar un poco,
pero de ahí más nada. Ni el ápice de algo nuevo, ni soñar con cambiar el destino.

Cuadrado, aburrido, lineal, perfecto.
Predecible, reprimido, insonoro, incoloro.
Insensible y a veces inestable. De nuevo a la barrera.

Aterrorizado, sin escape de aire, sin una luz que penetre.
Que grita por dentro y desea romperse, que pierde constantemente con su barrera invisible.
Brazos cruzados, acalambrados y piernas justas. Dos pasos firmes, cuatro hacia atrás.

Rebeldía, caerse a propósito buscando romper la barrera.
Romperse uno, pero la barrera intacta.
Considerar que mejor sea así, pues la barrera ya no tendría a quién aprisionar.

Olvidar la autodestrucción insensata.
Ponerse de pie, intentar nuevamente, y frustrarse.
Dejar ser, dejar que el miedo haga su trabajo.

Volver a despertar.
Volver a intentar.
Volver a romper la barrera.

La barrera se rompe.

¿Y ahora?

Hate is all you need.


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Para vivir.
Para vencer.
Para llegar a la gloria.



                  Y tener todo lo que querías, pero no necesitabas.


Para ganarte una medalla,
y condecorarte como otro "único"
que abunda en el mundo
       y volverte ciego, con el oro pesado sobre tu cuello.


Y sentir el vacío
y darte cuenta
                               que aún quieres más, pero lo tienes todo.


El odio nace de nuevo,
contigo mismo,
  con el mundo
     con el que se te tope en el día a día.


Y querer cambiar tu gloria para descubrir lo que necesitas.


                                         Pero el oro no quita la ceguera, ni recupera la memoria;
               el oro te da más odio y pues bueno...


Hate is all you need.

          

Carta #5: Carta sí deseada.


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"Querida amiga que no pudo ser.

Muy buenas noches.


¿Recuerdas cuando caminábamos sin rumbo, por ahí, viendo los edificios, los bailarines, los transeúntes en general? ¿Recuerdas que decíamos que nos diríamos cuando encontráramos a las personas de nuestras vidas?
Bueno, tengo, aproximadamente, dos años y siete meses tratando de decirte eso; porque nos lo prometimos y yo suelo cumplir mis promesas.

Te cuento, que nuestras historias se parecen mucho, quizás es porque así estaba destinado, cosa que lo hace mucho más divertido, y es algo que amaría con mi vida compartirlo con un café, o con un latte, esos que te encantaba tomar. Siempre admiré tu gusto por las cosas dulces, yo jamás podría.
Pero por giros -esperados- de la vida, esta conversación que estoy teniendo contigo jamás pudo ser, porque estás cerca, pero estás más lejos que una persona privada de su libertad en Korea del Norte.
¿Ves? Aún no he cambiado mi manera hipérbole de decir las cosas.

Me llena de felicidad que pudimos cumplir nuestras promesas. que encontraste al ser que va a llenar tu vida de felicidades e infortunios; ese alguien que alimentará la sed de amor que alguna vez tuvimos y las confrontaciones que jamás pasaron por nuestros labios. Estoy muy feliz, agradecida con la vida, y con el universo que fue justo, y jugó a tu favor. En realidad, le agradezco cada vez que puedo, por dejarte ser feliz, porque a pesar de los escombros, las palabras y las emociones encontradas, fuiste en busca de tu felicidad, y te agradezco, por enseñarme a tener tenacidad, y luchar por lo que uno ama. Gracias.

Teniendo eso claro mi querida amiga, ahora te contaré de mí. Como ya deberías saber, seré breve. 
Quiero que sepas que también lo logré. Pensé que iba a ser imposible en algún momento, no solía ser tan fuerte como tú; siempre tuve miedo de los cambios y lo sabías, siempre lo supiste; pero pude hacerlo, la he encontrado al fin, esa que tú me describías entre risas y diminutos celos invisibles. 
Imagínate, no sé si estoy como tú, pero puedo decir, sin miedos y sin ningún agüero que me derrote, que encontré lo que me faltaba, y ella encontró lo que le faltaba.  Te puedo decir con toda certeza, amiga, que encontré al amor de mi vida. ¿Puedes creer?

Sabes que soy una persona complicada, y con muchos defectos...

Defectos que he ido vetando de mi vida.

Pero... Lamentablemente, los malentendidos y las emociones erráticas nos dominaron por un buen tiempo. Todavía lo hacen, y hasta la luna de hoy, querida amiga que no pudo ser, aún duelen. Pero, ¿quién soy yo para volver a señalarte, si lo único que hiciste fue buscar tu felicidad? Perdóname, me demoré un tiempo en caer en cuenta de esa realidad tan, pero tan bonita. Te admiro por eso.
Y aunque, pueda decir que la persona que más salió lastimada de toda esta amistad extraña fui yo, te aplaudo, por ir a buscar eso que casi nadie en el mundo obtiene. Si fuesen otras circunstancias, yo te daría un sermón de una hora, con regaño incluido, motivándote a que hicieras exactamente el daño que me causaste, pero que al final del día, fue lo mejor que pudiste hacer en tu vida. Me siento orgullosa de ti. 

Te perdono, y perdóname, por las cosas que el cerebro no puede controlar.
Pero lo que más me duele, es que esta carta se va a quedar aquí, esperando a quien sabe qué año, la puedas leer; y que aunque ya muchas circunstancias de la vida nos separe, sabes que lo inevitable, es algo que hay que dejar fluir.

Te confieso que te extraño, no a ti como mujer, no a ti como quien compartió conmigo dos besos, no como a alguien que tú sabes qué; sino como la cómplice, que yo estoy segura hasta las patas, que estuviera celebrando mi felicidad, así como yo en secreto, celebro la tuya.  No cerré las comillas, porque esta carta no se acaba, hasta recibir tu respuesta.

Deseo para ti, una vida llena de todo lo que mereces, amiga. Amor.

Cordialmente y desbordante de felicidad,


Yo.

23 días.


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"Puedo morir feliz, pero siempre a su lado" 
- No importa



En realidad, en una hora se convierten en 23.



23 días para acabar con mis ganas de contar historias, para entregar las miradas que me he guardado.
Una eternidad incalculable para mi corazón, y para mis ganas de volver a tenerte en mis brazos.
No creo que exista una parte de mi cuerpo que no te anhele, que no espere con ansias tu sonrisa y tu cabello corto. No creo, que mi alma se haya quedado conmigo, porque solo siento el invierno, pero sin la magia, sin las hojas muertas que con amor me muestras. Solo siento mi cuerpo congelado, acurrucado entre cobijas, abrazando tu recuerdo en forma de espirales verdes y amarillas con tu olor.

23 días para volver a ver tus ojos apasionados llenos de experiencias, fracasos y mucha entrega. El motor de vida, los que me salvan de mí misma, los que no me dejan pasar el tiempo a cuentagotas y me hacen no extrañarte tanto. Lo que sí creo, es que mi cuerpo reprocha por no calentar tus noches, sabiendo que tus labios se rompen con los días, y los míos se rompen por no besarte. 

23 días para dejar de esperarte en mis madrugadas, como si fueras a volver en la mitad de la noche, y me despertaras a darme un beso. Lo que no sabías, es que nunca dormí, y solo quería ese beso, porque así de egoísta soy. Pero no, todavía no. En 23 días.


En 23 días, y aunque no lo quiera aceptar, voy a estar completa.


Porque tú cabes aquí. 

Y es que tú cabes. Más nadie.