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Archive for enero 2014

Carta #4: Carta no deseada


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Confesionario nº 419
Diatriba amorosa



Querida piedra en mi zapato:

Buenas noches.

No sé, creo que Bach desde su tumba escuchó las incontables diatribas que le dediqué cada vez que escuchaba su sombrío y perfeccionista nombre, y me propició un escarmiento transformado en una noche, esa cuando te conocí. No puedo sacar otra conclusión. Esta carta es precisamente para contarte todo lo que anhelabas saber sobre mí, de ti, de nosotras, y el desgano que te tenía, ¿ya ves? me demoré un poco más de un año en responderte. No puedo decirte que fuiste la base melódica de mis desgracias y réquiems desafinados, pero ojalá lo hubieses sido para tener con qué enviarte a lo más recóndito de la humanidad, tu mente caótica y fatalista. Con eso tienes suficiente, creo. 

Desde el principio se veía la tormenta que no era precisamente perfecta, esa de la que me habías hablado maravillas e incoherencias que endulzan a cualquier visionario distópico. Sin embargo y muy a mi pesar, me embarqué en tu navío sin salvavidas con la espera a que se destruyera el mundo como lo conocíamos, mientras se formaba otro amorfo, uno aceptable para nuestros ojos. Solo tus mentiras se asomaron, y el navío jamás zarpó de ese muelle inútil. ¿Estás segura de que tus historias eran ciertas, o era uno de tus retazos de ideas estúpidas?

Es mejor dejar los vasos vacíos tal cual como deberían estar. Jamás podrán ser llenados, jamás podrán sentir algo más que el vacío infinito, algo así como lo que sentía yo todos los días cuando tenía que verte, y aguantarme las miles de cosas que merodeaban en mi cabeza, las que no me permití decirte por algo que todavía no sé qué es. ¿Empatía, lástima o amor? Perdona, lo último fue una broma. De igual modo, no todo fue malo, aprendí un centenar de cosas innecesarias para mi salud mental, pero útiles para la vida. Te agradezco mi amargura, tu don de convertir en piedra todo lo que tocas, de sellar mis emociones y sacar a flote esa sexualidad animal, esa que jamás conociste. Y menos mal.

Pero no puedo ser tan dura contigo, al menos odiamos al mundo al mismo son, y buscamos cosas hermosas en las tragedias, en las desgracias cotidianas. Esto y la soga para suicidarme, lo dejaré como un bonito recuerdo, y no lo mencionaré tanto porque terminaré creyendo que no fue real. 

En fin.

El punto es que ya no me interesa, ni tú, ni el tiempo que se supone que iba a darte.


Un abrazo, un beso y un hasta no sé. Ojalá nunca.

Katya.

Pd: De las cosas que más aprendí de ti, es que eres todo lo que yo no quisiera ser. Gracias.