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Occidente.


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Es necesario pisar los primeros peldaños de los infortunios y caerse por momentos, así sea adrede, para escarmentar el cuerpo y forzarlo a seguir adelante. Cierto es, que dije un día cualquiera que en algún momento las palabras se me iban a terminar y solo quedaría en puntos suspensivos, y en el peor de los casos, en un frío punto final. La incertidumbre que me invade, el no encontrar el dichoso norte del que todos hablan con anhelo y los afortunados con orgullo, sigue sin aparecer. Creo que tomaré -como siempre- mi leal occidente, lleno de sorpresas. El norte no existe, pues no para mí, que soy tan solo un ser humano domado por su cabello e influenciado por las ondas sonoras del día a día. Quizás el norte no fue hecho para mí, porque es fácil, monotemático. A veces, odio a Maslow y a su jodida pirámide que termina en la tan añorada autorrealización. 

¿Y si aún después de esto, quiero más? 
¿Un poco más diagonal? 
¿Ya podría salirme por la tangente? 

Una pirámide no puede controlar a un ser humano. Es imposible, inaceptable para mi cerebro. Más inconforme no puedo estar con lo que tengo, y ya no sé si es porque realmente soy así, o porque estoy influenciada de las miles de inconformidades de todos los que me rodean. 

Patrañas. No puedo ser más ridícula. 

A eso me refiero a los peldaños de los infortunios, los que están agrietados, justo al lado de los escalones de victorias y felicidad, están allí para recordarme lo infeliz que fui, y lo infeliz que aún puedo ser. Tan solo basta del esfuerzo -que no hago, por seguir "occidente"-, del pequeño paso al vacío del futuro deprimente que me espera. 

Bastante motivación, ¿no? 

Me hace recordar a la vez que morí y me revivieron. Entre muchas otras cosas, mi motor de vida era que ella colgaba de un hilo, una enfermedad, cualquier cirrosis, cualquier paro cardíaco, cualquier desgracia y todo sería mucho mejor. 

¿Querías miles de razones para vivir? 

Puedes morirte en cualquier instante, tómalo como desees. 

¿Si ven? 

Si yo tuviera un norte, no pasaría este tipo de cosas. No, tengo un occidente que me tropieza con cualquier cantidad de porquerías y no lo culpo, pues me toca vivir eternamente en diagonal. Diagonal por inconforme, por idealista, por naturaleza, por defensa, por deficiencia, por sabiduría, por irreverente, porque sí, porque no me sale de otro modo, porque me toca, porque el norte para mí no existe, porque el sur es tentador, y por miles de otras cosas estúpidas que merodean en mi mente, pero que ahora se niegan a salir. Mi cuerpo, al final del día conspira contra sí mismo, tantea el peldaño, observa cómo se desmorona, le tienta, le atrae, sufre y de igual modo actúa con sevicia, se destruye solo por su loca visión del mundo, del tener que caer a lo más bajo, ensuciarse de mierda y tragarla si es debido, y así salir nuevamente, humillada y todo, pero llena de aprendizaje. Yo esto lo considero como un método masoquista de aprender y vivir en occidente. 

Dicen que los rizos son complicados como sus portadores... 

¿Cuántos de occidente han conocido?

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  1. Anónimo

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