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Tiempo.


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Son terribles las ganas de escapar, aún más terrible tener que dividir mi cuerpo en dos, pues la otra parte de mi se encuentra aquí, aferrada a algo que no sabe si es real. Mi voluntad es eterna, realmente mamona y a veces una testaruda, que no quiere simplemente apagarse porque cree que el mundo colapsará y habrá una hecatombe por su culpa. Son terribles las ganas de escapar... realmente terribles.

Dame tiempo, dame tan solo un poco, quiero pensar, quiero querer sentir, quiero saltar victoriosa y hundirme en tus experiencias, aprender a nadar contra tu marea y tus tantas otras vivencias extrasensoriales. Dame tiempo, dame tan solo un poco

¿Tiempo de qué?

Sobrecargar mi cerebro, mis emociones, mis sentimientos, los bombeos forzosos de mi corazón, las larvas de mi estómago, la electricidad de mi sexo, y el fallo de mis piernas. 

¿Tiempo de qué?

Si apenas puedo caminar, gatear cuando estoy en el momento más patético del día. A veces ni puedo pararme de la cama, a veces, ni los callos de mis dedos me dan aliento y ni hablar la fuerza sobrenatural que necesito para sobrevivir estos últimos días. Todo en exceso, en esfuerzo, a toda potencia para andar de manera moderada. Anhelo mi habitación y mis almohadas, son las únicas que me recogen y absorben el cansancio de un día sedentario lleno de carbohidratos, agua y la dosis diaria de mi letal y siempre confiable música de los mil demonios. 

¿Tiempo de qué? 

El comienzo de la vida se me viene encima, se me viene encima. Y no te suelto.

Dame tiempo, porque mi cuerpo no se puede dividir en dos... Dame tiempo, que son terribles las ganas de escapar.

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