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Archive for 2013

Naqoyqatsi II


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 Basada en la trilogía Qatsi
 Te extraño, Powaqatsi, 
 puedes volver cuando lo desees, no lo olvides.



 La guerra empezó, finalmente. 

Los días maltrataban los rizos, y las noches terminaban la coreografía de la destrucción. Delicadamente desaparecían de mi cuerpo, sin otros que nacieran, o brillaran como era de costumbre. El caos había pasado de manera intermitente, pero tan solo era el ojo del huracán que rápidamente, se agrandaba y preparaba para violentar mi vida en forma de recuerdos, sucesos y una que otra hecatombe interna. No me sorprende en lo absoluto, pues la vida de los rizos siempre ha sido de caos en caos, de un enredo al otro, de una muerte a otra resurrección. 

Pero no, esta vez no es así, esta vez sí es algo terrible, que me corroe el alma a cuentagotas. Es como el amor, pero al inverso. Que me corroe el cuerpo, ¿Cuál cuerpo?, si este pedazo de carne dejó de ser mío hace mucho tiempo, y mi permanente ceguera no me permitió verlo sino hasta aquella última fatídica iluminación. Si bien he sido exhumada del letargo de mi vida, después de ser reconocida, idolatrada y demás, ahora solo quedan los vestigios de la exhumación, y una que otra ceniza, esperando volver a renacer. Ojalá el viento se apiade de mis súplicas internas y se las lleve, donde no las pueda ver jamás. Siempre quise quitarme las máscaras, tener la visión, la claridad del mundo, y ahora que la tengo, recorro mi habitación desesperadamente a ver si encuentro la venda espesa y densa que me cubría los ojos y el alma. 

 La verdad duele, a final de cuentas; duele más que el dolor mismo, que la ira sin nombre, sin rostro, sin sujeto. ¿Acaso existirá un réquiem que me acompañe estas noches?, ¿estos días cafés?, ¿algo que merme este infierno interno?, ¿algo, maldita sea? ¿No? Gracias a Dios que no existe, y me permite llorar por dentro, y no por fuera. 

Tengo el alma desnuda, y la demencia de mi corazón ha tornado psicópata e innombrable. Cómo me dueles, cómo me desgarras Naqoyqatsi.

Y las palabras, 
y el humo inservible,
y el vino encantador de sueños, 
y el olvido lejano, muy lejano.


Desapego.


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Como si fuera la despedida dolorosa de aquel amor eterno a un viaje de navío hacia el infinito.
La discapacidad de volver al corazón de velcro y desprenderlo del alma cuantas veces sea necesaria.
Es cobardía, a la vida, al amor, a la necesidad de ver esas pupilas dilatadas y enamoradas el resto de la existencia, solo para poder vivir en "paz".

Esa sensación de dolencia inducida y miedo absurdo al tacto, al roce de la piel, de nuestras pieles.
La huida inminente de todo y de todos, al sentir la necesidad de compartir mis demencias con sus demencias, sus soledades con las mías, y sus sonrisas con mis lágrimas.
Miedo a la vulnerabilidad, al verdadero sentir, a salir del hermetismo, de lo "indoloro" e incoloro.
Miedo de ser quién deseo ser, pero solo si estoy a su lado.

Ganas


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Tengo ganas de arreglarte, para destruirte nuevamente. 

Tengo ganas de tomarte en mis brazos y absorber todo eso que llamas vida.
Éstas inmensas ganas de hacerte infeliz, de hacer que pierdas la cordura, de llevarte a mi infierno, de darte las llaves de mi mente, y que te aterres con el caos que hay detrás de la puerta. 
Tengo ganas de pararme de esta silla, y reventártela en el corazón, y con fortuna, alguna astilla llegará a tus ojos, y podré robarte alguna lágrima, porque soy así de egoísta, porque quiero ser la única que te las haga sacar. 
Tengo ganas de revolverte en mis rizos y asfixiarte, poseerte, y adueñarme de ti. 

Tengo ganas, de jugar todos los días, al "día al revés" contigo. 

Ganas.

¿Y si me paro de ésta silla, qué?

Carta #3: A usted también debo decirle


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Respuesta a: "Si algo he de decirle", de Ella



Mujer,

Antes de empezar, quiero decirle que le he pensado mucho, y que en mi demora, buscaba una manera de pedirle disculpas, de esas que en sí, no tienen una razón en particular, solo disculpas, porque no puedo enumerar nada en este momento. 

Ausencia.

Lo sé, fue demasiada, y lo que empeora el asunto, es que además de perderme, mi memoria se fue con mi voluntad, y mis sentimientos están más extraviados que mi propia existencia. A veces pienso, que se escondieron de mí, que se cansaron de mis oscilaciones y disgustos intermitentes, matutinos. 

Usted y yo somos sinceras,

pero quizás usted más que yo, y no crea que me estoy abultando pecados por mi gran personalidad masoquista, o por los látigos que me doy diariamente por mero hobbie, por simple recordatorio de que estoy viva, y que ese látigo siempre va a estar descansando en la llaga más joven de mi espalda. No. Hablo de su transparencia con las palabras que vagamente, mi corazón le ha permitido que usted exprese. ¿Sí vé? Encontré un motivo de disculpa, el primero de tantos que logro imaginar en estos momentos. Ya veo por qué se siente como un soldado. Un soldado que al final del día, saltea mi terreno minado, tarareando canciones, y oscilando pensamientos que aún no dice, por miedo a que alguna mina estalle con tan solo la densidad de su respiración ¿Me estoy equivocando? ¿Estoy exagerando?.

Lamento mucho,

si la subestimé, digo yo, porque éste corazón hace parte de mi cuerpo, y mi cerebro es su hermano mayor. Yo soy el peón que recibe los golpes, y que los da de igual modo. Me coloqué en los pies de mi cuerpo y por mucho tiempo, perdí el mando de mi existencia, hasta las últimas lunas, que creo he logrado colocar una mano en el control de mi vida. En fin, usted no debería saber todas estas cosas, así que dejaré de hablar.

Mujer,

no sabe cuantas veces quise que usted tornara literal sus expresiones, a veces creo que fui exigente, y a veces creo que buscaba la fuerza que no tengo, he querido pensar en ello, pero ahora mi cabeza simplemente funciona en desespero para encontrarme nuevamente. Creo que todo ha tornado frustrante, y distinto, horriblemente distinto. Usted sabrá, que he sido inerte todos estos últimos años. 


Al parecer, usted puede ser, pero yo no lo puedo ver. 

 Perdida,


Incolora.




Miércoles de catarsis.


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Ya me estaba acostumbrando a la oscuridad y la soledad de mi habitación. Los fantasmas llegaban nuevamente a mi ser y los restos de mis dolores se intensificaban de manera apresurada, hasta esta catarsis repentina, que llegó dándole golpes a mi alma. Lloré con la amargura que tanto odio, con ese arrepentimiento intermitente, y esa debilidad que sólo podía ser protegida por mis almohadas. Me tendí y me dejé morir por unos minutos. Dejé que las lágrimas descendieran y descansaran en mi árido pecho, permití desmoronarme al pie del espejo que tenía en frente.

"No más", las únicas palabras que musitaban mis labios en ese momento de miseria absoluta, de ridícula rendición. Las lágrimas corrieron, y las sentí tan corrosivas como el sentimiento que me abordaba en aquella hora de eterna y silenciosa soledad. Y ahora siento que esto es una epifanía, de esas que me hacen despertar de uno de mis tantos letargos.

Pero, ¿para qué?

Para qué despertarme de mis tan amados letargos de la vida, si estos me han mantenido en el estado catatónico de los últimos meses. Me han permitido sobrevivir y dejar pasar los golpes que me matarían sin misericordia. 

¿Para qué? 

Para despertar aquellas cosas que se pudrieron a causa de la toxicidad y la putrefacción de un amor que se descomponía en mis entrañas. ¿Y si quiero permanecer en este miedo animal? Así, puedo convertirme en bestia, ahuyentar a los demonios que se acercan a mí, y puedo desmoronarme, convertirme en el pequeño felino temeroso y de ojos tristes que se esconde debajo de una mesa cualquiera.

"No más", las únicas palabras que me ardían esbozar, cada vez con más fuerza.

Y la garganta se me cerraba,
y ardía,
y palpitaba,
y lloraba conmigo.

Y las palabras se distorsionaban,
y gemían,
y se ahogaban,
y salían libres.

Y ella me perdonaba,
y las energías,
y la paz,
y la Pachamama.

Pachamama


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"Sigo caminando como suelo hacerlo, mas ahora la paz se encuentra conmigo y los delirios se han ido de mi cuerpo." - De las utopias, las musas inexistentes y otros delirios tóxicos.

¿Qué pasó?
"Diosa Ávida
¿Ya te refresqué la memoria?... Maltrecha, acabada, lastimera y podría seguir toda mi vida. Hoy serás ávida por no llamarte pecado capital; prohibición caminante.

Diosa Reprimida
Quise esperarte con mis garras afiladas, pero luego temí por mi vida, no quise terminar como tu adorado príncipe. Un cadáver.

Drama Queen
Mi mundo no gira en torno a ti. No eres más que un insignificante ser humano que habita en la tierra. Ni más ni menos… Quizás menos." - De los exorcismos, ofensas y otras consideraciones intempestivas

¿Y este odio? Los rizos se caen.

"Los sueños más hermosos los he tenido a su lado, pero despierta." - Tangerine

Prepotencia. Los rizos duelen.

"Princesa... ¿De donde?
No vives.
No mueres.
No existes." - Princesa Barata

Mentirosa. Los rizos se burlan de tí.

"Su piel se derretía y sus colmillos desaparecían uno a uno, entonces mi cuerpo se aliviaba de su presión... La presión del miedo a tenerlo cerca y ensuciarse de su nauseabunda presencia." - El último exorcismo [De muertes súbitas e incineración] Parte I - La muerte del sátiro.
Maldita sea.
"Mi cuerpo, mi paz, mis cicatrices, tu recuerdo... Nunca más.... Su majestad" - El último exorcismo [De muertes súbitas e incineración] Parte II - La muerte de la gran reina.
No más.

...Y la sensación de que algo dentro de mi se desprende, algo podrido y denso que me estorbaba, algo que me deja descubierta y llena de preguntas que no estoy dispuesta a responder. No más preguntas, ni tiempo, ni espacio, ni mente. Me cansé de él, las energías deben volver a fluir. 
Ya no quiero conjeturas ni engranajes, ya no quiero más castigos y sangre derramada, quiero volver a ser tuya, y tú mía, porque no sé protegerme de los demonios que me he impuesto por rebeldía ante ti. La maldad impuesta.
Soledad saturada.
Pacha, aquí estoy de nuevo. Perdón.


Time of Catharsis: 22:45

Carta #2: Antes de que te vayas.


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Inspirado por el escrito Antes de partir, de Ella.



Mujer,

Ya han pasado varias noches desde que leí la secuencias de tus cartas. Probablemente ya te marchaste, y probablemente creas que no me importó tu partida, que no me importaron los años, ni tus sonrisas.

Debería, odiarte. ¿Sabes?

Odiarte porque te marchas con solo una pequeña nota sucia, porque me subestimas, porque crees que no escucho tus silencios, ¿tú escuchas el mío? Ese, es precisamente el punto. Escuché cada susurro, cada lamento, y cada petición que se desbordaba en tu diciente mirada, y quedaba petrificada, solo por el hecho, de que necesitabas marcharte. 

Te respondí mil veces.

¿Por qué dejarme? Sé que no soy clara cuando tengo fantasmas merodeando sobre mis pensamientos, pero jamás te di un indicio de no querer seguir pasando el resto de mis días con tu aburrida y maravillosa presencia. 

Miedo.

Era, eres, somos eso. Temía pedirte que te quedaras, porque por alguna razón, siempre pensé que me responderías con algo tan tajante, y tan certero, una razón adecuada para largarte de mi vida, que preferí quedarme en momentos inciertos, en hacerme la sordomuda, y dejar que se te pasara, pues tienes la costumbre de aburrirte de todo, hasta de mi.

Y no,

No quiero que te vayas, pero tampoco quiero que me pidas que te diga que te quedes, porque si más no recuerdo, en el principio de los tiempos, dediqué mis ojeras y mis sermones, para hacerte libre. El espacio está vacío, al lado de mi sillón, el anhelo está en esta carta, el miedo me jala por los tobillos, y mis labios se sellan porque bueno, no fueron capaces de "llamarte"

No me he ido, pero estoy muda.

De nadie, pero al fin y al cabo siempre a tu lado,

Su otra mujer. 


Carta #1: Carta de desamor


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Hace setecientas lágrimas que no he vuelto a saber de ti.

Ojalá pudiera decir que te tengo presente todos los días, en mi mente, en mi existencia, en mis hábitos diarios, pero no, precisamente ese es el problema. No estás presente. Y es que te extraño con las hipérboles más grandes, de las que te burlabas, de las que te reías. Te extraño, desde mis ojos, hasta la longitud de tu sonrisa. 

No me sirve extrañarte, no me sirve querer amarte, y mucho menos desgarrarme el alma mientras espero a que vuelvas, si esto hacía parte de mi día a día. Es como amarte y no amarte, extrañarte y no, es lo mismo de todos los días, pero sin ti.

¿Me permites extrañarte sin tener que amarte?
¿Puede simplemente no dolerme?

Duele saber que ya no estás, dueles peor cuando te amo; dueles la vida, cuando sé que amas a alguien más, pero me alivia que ya no existas. Afortunadamente, todo el amor que alguna vez tuvimos fue robado por mi recuerdo, así solo me costaría amarte en mis adentros, y no en mis afueras.
 
No vale la pena extrañarte, pues sé que ya no existes, al darle fin a este amor, moriste conmigo y nuestros demonios. No vale la pena extrañarte, porque todos los días, estás conmigo, así sea en cenizas o en almohadas húmedas, pero conmigo.

El letargo de mi vida masoquista fue mi propio verdugo, y me somete, escribiéndote esta carta, una y mil veces, con la misma tinta, hasta tener la valentía de entregarla, o esperar a ahogarme en mis propias letras.

Ojalá pudiera extrañarte, como se supone que debo extrañarte.

Ya no te extraño, desde mis ojos hasta la longitud de tu sonrisa, sino que te extraño, desde mi alma, hasta el vacío, porque tu sonrisa se volvió borrosa, con el pasar el tiempo.

Ya no te amo, 
pero no puedo vivir sin ti.

Hace setecientas y una lágrima que no he vuelto a saber de ti.