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Naqoyqatsi II


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 Basada en la trilogía Qatsi
 Te extraño, Powaqatsi, 
 puedes volver cuando lo desees, no lo olvides.



 La guerra empezó, finalmente. 

Los días maltrataban los rizos, y las noches terminaban la coreografía de la destrucción. Delicadamente desaparecían de mi cuerpo, sin otros que nacieran, o brillaran como era de costumbre. El caos había pasado de manera intermitente, pero tan solo era el ojo del huracán que rápidamente, se agrandaba y preparaba para violentar mi vida en forma de recuerdos, sucesos y una que otra hecatombe interna. No me sorprende en lo absoluto, pues la vida de los rizos siempre ha sido de caos en caos, de un enredo al otro, de una muerte a otra resurrección. 

Pero no, esta vez no es así, esta vez sí es algo terrible, que me corroe el alma a cuentagotas. Es como el amor, pero al inverso. Que me corroe el cuerpo, ¿Cuál cuerpo?, si este pedazo de carne dejó de ser mío hace mucho tiempo, y mi permanente ceguera no me permitió verlo sino hasta aquella última fatídica iluminación. Si bien he sido exhumada del letargo de mi vida, después de ser reconocida, idolatrada y demás, ahora solo quedan los vestigios de la exhumación, y una que otra ceniza, esperando volver a renacer. Ojalá el viento se apiade de mis súplicas internas y se las lleve, donde no las pueda ver jamás. Siempre quise quitarme las máscaras, tener la visión, la claridad del mundo, y ahora que la tengo, recorro mi habitación desesperadamente a ver si encuentro la venda espesa y densa que me cubría los ojos y el alma. 

 La verdad duele, a final de cuentas; duele más que el dolor mismo, que la ira sin nombre, sin rostro, sin sujeto. ¿Acaso existirá un réquiem que me acompañe estas noches?, ¿estos días cafés?, ¿algo que merme este infierno interno?, ¿algo, maldita sea? ¿No? Gracias a Dios que no existe, y me permite llorar por dentro, y no por fuera. 

Tengo el alma desnuda, y la demencia de mi corazón ha tornado psicópata e innombrable. Cómo me dueles, cómo me desgarras Naqoyqatsi.

Y las palabras, 
y el humo inservible,
y el vino encantador de sueños, 
y el olvido lejano, muy lejano.


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