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Cuatro días.


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¿Cuantas veces nos han preguntado qué haríamos si nos quedaran cuatro días de vida?
Las respuestas cada vez me dan más asco.
El 90% de los humanos, harían  lo que escribiré a continuación. 

Me olvidaré de mi, de mi pudor, y me entregaré a lo más indecoroso, carnal y fétido, desgarraré mi cuerpo y lo repartiré a cualquier carroñero que ansíe probar de el, y no descansaré hasta saciar mi ávida necesidad de morirme con la sensación de haber ido a lo más recóndito del orgásmico pecado. Buscaré en los recovecos de mi mente toda perversión jamás realizada, y créanme, que las cometeré. Conseguiré a alguien que las haga igualmente, alguien que hasta las nubes de hoy, jamás pensé capaz de acompañarme en dicha lujuria decadente.
Tendré dismorfofobia, y lo disfrutaré hasta mi último respiro.
El morbo alimenta el alma.

Quizás robe bancos, atraque tiendas, me tiré de un tercer piso, borraría los márgenes del dolor, ya no vale de nada, igual en poco tiempo mi llama se extinguirá. Tendré el poder que siempre ansié tener en mis manos, seré maldita con todos, saldaré mis cuentas, humillaré a quién antes me humilló, me reiré de las catástrofes humanas, aliviaré mi ira interna con cualquier ser inocente, me burlaré de las autoridades, y tendré el valor de bajar mis pantalones y gritarles las palabras más soeces y sinceras... Y saldré corriendo, porque la cárcel no es un buen sitio, para terminar mis días.
Viviré como fugitiva.
La adrenalina alimenta el alma.

La satisfacción a ese punto de mi vida sería casi completa, marginé mi cuerpo, mis principios, mis moralidades absurdas, mi sentido de convivencia y dejé que el instinto animal y retorcido se apoderara de mis sentidos. Solo faltarían dos días de diversión y felicidad, o más bien uno, porque se que el último, lo reservaría para mis seres queridos. ¿Por qué no embriagarme? ¿Drogarme? Llenarme de químicos absurdos y volar a la estratosfera  sería un poco apurado de mi parte, pero la necesidad de sentir cómo volar no me dejaría tranquila, curiosamente, al saber que solo me quedan cuatro días de vida, todo se volvió necesidad, porque para morir, debería primero estar viva. ¿No es así?
Y volaría hasta perder el rastro de la humanidad.
El desasosiego alimenta el alma.

En cama, abatida, rodeada de los que amo, de los pocos que quedan, más bien del ser querido que pudo entender las necesidades de una persona que está a punto de morir, y el silencio espectral. Los minutos correrían como gotas de agua, y el miedo protagonizaría mi pequeña humanidad.
La felicidad no cuenta para los últimos cuatro días de vida, la felicidad vendría después, cuando ya pueda partir del mundo. Balbucearía algún te amo, y algún te extrañaré, y ¿por qué no? un hipócrita "no quiero morir, hagamos algo"
Ahí es donde me daría cuenta, que nada de lo que hice, alimentó mi alma.

¿Y si los cuatro días de vida era tan solo un juego?
¿Y si después de la hora indicada, seguiría viva por millones de años?
¿Qué carajos haré después de ver que desgasté mi cuerpo para una muerte vana? 
Yo también me doy asco por ser humano.

¿Por qué esperar a tener los días contados para empezar a vivir?

Los extremos, son aterradores.

¿Qué harías si te quedaran cuatro días de vida?


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