Opus 29.
el fracaso no me supo a pólvora
y al hierro de la sangre.
Esta vez,
me supo a la dulce certeza de mi humanidad,
al despertar para observar el sol—
alcahueta, pero maldecido—
o la maravilla del saber.
No extraño esos días de desasosiego,
por más atrayentes que sean,
y es que la oscuridad también tiene su magia,
tiene su sol y sus misterios,
tiene la promesa del anonimato,
tan maravillosa como la autenticidad de la luz.
Así que, por esta vez,
escojo este fracaso
no como el pesante recuerdo de donde vengo,
sino como el camino claro
hacia donde mis pies van con determinación.
Un fracaso es el éxito enmascarado,
una bendición tras la destrucción de mis cimientos.
Es la puerta que se abre para cambiar de rumbo,
la puerta que escogí.